Prospectiva

El suelo, un recurso vital que debe considerarse un bien común

Enero 2024

El experto

Expert - Elissa Al Saad

Elissa Al Saad

Arquitecto, doctorando en arquitectura y ciudad en el Centre de Recherche sur l'Habitat del laboratorio LAVUE UMR 7218 CNRS
Profesor en la ENSA París Val-de-Seine y en la Universidad PSL

Desde 1981, el aumento de las tierras artificiales ha sido, por término medio, de unas 60.000 hectáreas al año[1]. Se calcula que la superficie artificial de Francia ha pasado de 3 millones de hectáreas a 5,1 millones en cuarenta años, lo que supone un aumento del 70%. Ante esta transformación del paisaje, varios agrónomos se interesan por las diferentes formas de utilización del suelo e introducen un nuevo campo de investigación: el fenómeno de la artificialización.

Con la característica distintiva de estar "fuertemente modelados por la actividad humana"[2], los suelos artificiales modifican las cualidades fisicoquímicas de los suelos y, más concretamente, el contenido de materia orgánica, que es un factor determinante para la mayoría de los organismos vivos[3]. También desempeñan un papel en el secuestro del carbono y en los flujos de gases de efecto invernadero: el suelo, o más concretamente los procesos terrestres, actúa como receptor de los gases de efecto invernadero, absorbiendo el equivalente a un tercio de las emisiones. Así pues, preservar nuestros suelos es hoy una cuestión fundamental.

De la artificialización al Antropoceno

El fenómeno de la artificialización no puede abordarse sin tener en cuenta los procesos de urbanización. Aunque ligado al crecimiento demográfico, el ritmo de artificialización es masivamente superior al de la población, que ha aumentado un 19% desde 1980. Esta desproporción pone de manifiesto la sobreexplotación del suelo y plantea la cuestión de su gestión. Nuestro modo de vida actual, estructuralmente dependiente de la tierra, parece en contradicción con la necesidad de preservar este recurso.

Este paradigma plantea la cuestión de la "habitabilidad progresiva de la superficie terrestre"[4], lo que en última instancia implica estudiar nuevas formas de vida en la era del Antropoceno.

Pero, ¿cómo pasar de una antropización continua del planeta a una verdadera era geológica marcada por una transformación global del sistema Tierra? Para comprender dónde se sitúa el punto de inflexión entre el Antropoceno y el Holoceno, necesitamos caracterizar una forma de vida que probablemente, entre otras cosas, esté correlacionada con las consecuencias climáticas actuales. En otras palabras, ¿qué modo de vida ha conducido a la degeneración de nuestro propio medio ambiente?

La propiedad de la tierra, entre uso y estatus

Plantearse esta pregunta es preguntarse cuál es nuestra relación con el suelo, con la tierra, con la propiedad. Para entenderlo, debemos examinar la propiedad de la tierra, que determina la forma en que nos apropiamos de ella y de su hábitat, e ilustra las consideraciones que proyectamos sobre ella.

Los usos actuales de la tierra dependen directamente de la propiedad privada, que corresponde al "derecho de disfrutar y disponer de las cosas de la manera más absoluta, siempre que no se utilicen de un modo prohibido por las leyes o los reglamentos"[5]. Esta teoría clásica remodeló el derecho consuetudinario francés a partir del siglo XII, tras el redescubrimiento de los textos de derecho romano compilados en el siglo VI por el emperador Justiniano. El derecho francés diferenciaba entre cosas duraderas y perecederas, mientras que el derecho romano contraponía cosas fijas y muebles. Esta categorización desplazó el estatus de la tierra desde el de "algo perenne y productivo, ofrecido para el disfrute pero no susceptible de apropiación en sí mismo" al de "inamovible, clasificado con los bienes muebles en la categoría de bienes, es decir, cosas apropiables"[6]. Esta distinción confiere un derecho legítimo de dominio al propietario, que es el libre y único decisor sobre el uso de su propiedad.

Este análisis jurídico podría llevar a establecer una correlación entre el régimen de propiedad privada y los usos del suelo inadaptados a los problemas del Antropoceno. Se trataría entonces de determinar cómo la propiedad puede convertirse en un soporte para la producción de viviendas ecológicas y un modo de vida que considere la tierra como un recurso de bien común.


 

[1] Julien Fosse, Objectif « Zéro Artificialisation nette » : quels leviers pour protéger les sols ? [Rapport], Paris, France Stratégie, 2019.

[2] INRA et IFSTTAR, Sols artificialisés et processus d’artificialisation des sols : déterminants, impacts et leviers d’action [Rapport], Paris, ADEME, Ministère de la Transition écologique et solidaire, Ministère de l’Agriculture et de l’Alimentation, 2017., p. 15

[3] IPBES, Rapport de l’évaluation mondiale de la biodiversité et des services écosystémiques [Rapport], Bonn, IPBES secretariat, 2019.

[4] MINGUET Charles, Alexandre de Humboldt. Historien et géographe de l’Amérique espagnole, François Maspero, 1969, cité par Philippe Descola, « Humain, trop humain ? », in Penser l’Anthropocène, Paris, Presses de Sciences Po,  Académique, 2018, pp. 19‑35.

[5] Code civil, « Article 544 ».

[6] Sarah Vanuxem, La Propriété de la terre, Marseille, Editions Wildproject,  Le Monde qui vient, 2018.., p.24.

Descola Philippe, « Humain, trop humain ? », in Penser l’Anthropocène, Paris, Presses de Sciences Po, Académique, 2018, pp. 19‑35.

Fecha de publicación Enero 2024

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